
Desde la primera vez que escuché sus discos, Violeta Parra me atrapó para siempre entre sus músicas y sus letras. Una de mis novelas, «Pupila de águila», toma el nombre de una de sus canciones.
¡Violeta, siempre! Su vida giraba como una noria. A veces, en lo más alto, sentía el viento de la vida en pleno rostro; pero a veces, también, descendía a los mismísimos infiernos, llenos de oscuridad. Su último disco se llama «Las últimas composiciones» (1966) y es un claro ejemplo de lo que digo.
En la primera canción escuchamos lo siguiente:
«Gracias a la vida que me ha dado tanto;
me ha dado el sonido y el abecedario,
con él las palabras que pienso y declaro:
madre, amigo, hermano y luz alumbrando.»
Y en la sexta canción:
«Maldigo el vocablo amor con toda su porquería.
¡Cuánto será mi dolor!»
Arriba y abajo. «Dicha y quebranto.» ¿Acaso la vida es otra cosa?