Acabo de leer una carta que escribió Federico García Lorca en el año 1933 a Miguel Hernández, en respuesta a una suya anterior. Creo que será muy reveladora para todos los que tienen un sueño y desean hacerlo realidad. Invito no solo a leer los consejos de Lorca, sino a imaginar lo que Miguel Hernández le había escrito previamente. Es fácil imaginarlo.
Mi querido poeta: No te he olvidado. Pero vivo mucho y la pluma de las cartas se me va de las manos.
Me acuerdo mucho de ti porque sé que sufres con esas gentes puercas que te rodean y me apeno de ver tu fuerza vital y luminosa encerrada en el corral dándose topetazos por las paredes.
Pero así aprendes. Así aprenderás a superarte en ese terrible aprendizaje que te está dando la vida. Tu libro está en el silencio, como todos los primeros libros, como mi primer libro, que tanto encanto y tanta fuerza tenía. Escribe, lee, estudia. ¡LUCHA! No seas vanidoso de tu obra. Tu libro es fuerte, tiene muchas cosas de interés y revela a los buenos ojos «pasión de hombre», pero no tiene más «cojones», como tú dices, que los de casi todos los poetas consagrados. Cálmate. Hoy se hace en España la más hermosa poesía de Europa. Pero por otra parte la gente es injusta. No se merece «Perito en Lunas» ese silencio estúpido, no. Merece la atención y el estímulo y el amor de los buenos. Ese lo tienes y lo tendrás porque tienes la sangre de poeta, y hasta cuando en tu carta protestas tienes en medio de cosas brutales (que me gustan) la ternura de tu luminoso y atormentado corazón. (…) FEDERICO.
Es cierto que la vanidad es un «pecado» de la inmensa mayoría de los escritores, músicos, pintores… (llamados por algunas personas «artistas»). Pero yo no creo que Miguel Hernández fuera vanidoso cuando le dice a Lorca que su poesía tenía «más cojones que la de la mayoría de los poetas consagrados». Uno escribe, pero también lee lo que escriben los demás, y así se va desarrollando nuestra capacidad crítica. Quizá Hernández recordó aquella famosa frase de San Agustín: «Si me miro no soy nada, pero ¡si me comparo…!» Cuantas personas podrían decir lo mismo en la actualidad. Hay muchos escritores, músicos, pintores… que no están entre el grupo de los «elegidos», pero que son tan buenos como ellos. ¿Quién elige a los elegidos?