
A los que nos ha gustado siempre el cine echamos de menos el western. En esa ambientación de “salvaje Oeste”, en medio de paisajes bellísimos y sobrecogedores, con esa galería enorme de rudos personajes, encontramos temas que no se abordan en otras películas. Por ejemplo, en el western es normal que el protagonista sea alguien que solo se mueve por odio y que se pasa la vida persiguiendo a un enemigo; la venganza no está mal vista y es el leitmotiv de muchas historias, ni tampoco el ensañamiento extremo, ni el rencor, ni la ambición desmesurada; a menudo no es extraño que el protagonista se salte la ley y se tome la justicia por su mano. Javier Marías achaca el ocaso del western a la “hipócrita masa mundial de biempensantes voluntariosos”, que no soporta esos temas “tabú” que el western ha afrontado con toda naturalidad.
Por descontado, en el western también hay extraordinarias historias de amor. Solo quería recordaros una, que a mí me parece de las más bellas de la historia del cine, no solo del western: “Johnny Guitar” (1954). Esta mítica película, además, nos haba de otras muchas cosas, algunas tan actuales como la lucha de la mujer por conseguir su autonomía e independencia. Quien la haya visto jamás olvidará los ojos impresionantes, la mirada, de Joan Crawford.