
Ha sido tan real el sueño que, al despertarme, pensaba que iba a sonar el teléfono y que alguien se iba a interesar por uno de mis premios. Es más, cuando al fin he caído en la realidad, he empezado a plantearme la posibilidad de convertirlo en verdadero. No me mueven motivos económicos, en absoluto. Ya lo dijo don Pío Baroja, “lo importante en la vida es pasar el rato”, y el rato podría ser divertido. ¿Por qué no hacerlo en forma de subasta? ¿Quién da más? Tendría que poner un precio de salida a cada premio y con un martillito de madera golpear la mesa para abrir la sesión.
Estoy pensando que si publico estas líneas, a lo mejor alguien me escribe y me hace un ofrecimiento. ¿Qué responderé entonces? Por si acaso, voy a empezar a pensar en lo que podría valer un Barco de Vapor, o un Ala Delta, o un Anaya, o un Gran Angular, o un Hache… Por el Nacional de LIJ tendría que pedir más y por… ¡Qué disparate! Creo que aún no me he despertado del todo.