Por lo general no me gustan los trabajos escolares sobre mis libros, y mucho menos que los profesores los puntúen. Antes, cuando me los mostraban, me callaba prudentemente. Ahora, que los años me han vuelto más descarado, suelo decirles que me parecen un horror, sobre todo porque son innecesarios y carecen de interés y de utilidad. Reconozco que con los pequeños pueden tener un sentido, si se enfocan desde lo lúdico y lo colectivo; pero en Secundaria y Bachillerato la mayoría de las veces son una tortura. Me ha encantado encontrarme centros en Granada, donde el único trabajo previo sobre el libro había sido organizar un debate, canalizado por los propios alumnos. ¡Bravo! Ellos decidieron además ambientar el escenario del salón de actos con sus aportaciones gráficas y quisieron que el autor también estuviera presente. De nuevo… ¡bravo! Al finalizar, muchos me pedían nuevos títulos para seguir leyendo.