Llevo dos días desayunando con la tele puesta. Mi café con leche y mi tostada con aceite de oliva coinciden con tertulias en casi todos los canales. Ya sabéis, un grupo de personas en torno a una mesa que despelleja la actualidad, como un buitre las tripas de un conejo moribundo, a base de dogmatismos y clichés (en el fondo) y gritos y mala educación (en la forma). Se podría escribir mucho sobre estos tertulianos, a los que en alguna ocasión les he oído autodenominarse “analistas sociopolíticos” –¡toma ya!–, pero… ¡qué pereza!
Se han juntado dos hechos terribles: el asesinato de una niña de catorce años por su ex novio, de dieciocho, y los resultados del ya famoso –y tedioso– informe PISA, en el que nuestros chavales siguen siendo los últimos en matemáticas y los penúltimos en lectura. Alguno podrá reprocharme: ¿y qué tiene que ver una cosa con la otra? En apariencia, nada, salvo el batiburrillo que crearon los tertulianos de uno de estos programas de la tele. Y me explicó. Con una desfachatez tremenda, alguno quería dar a entender que los únicos culpables del asesinato de la menor y del desastre PISA eran nuestros maestros y docentes en general. Sí, ellos tenían la culpa de todo, por no haber sabido erradicar desde las aulas posturas machistas y degradantes en los jóvenes, por un lado, y por no haberles enseñado como es debido la tabla de multiplicar, por el otro. ¡Y ya está! ¡Problema resuelto! ¡La culpa es de los maestros, que encima no hacen más que protestar, y del sistema educativo! ¡Y no se hable más!
Que el sistema educativo no es perfecto, lo sabemos todos, y que va de mal en peor, lo constatamos cada día. Yo, que me muevo mucho entre colegios e institutos, suelo ser muy crítico con nuestros docentes. He conocido a algunos que, de haber tenido un hijo en su centro, lo hubiese sacado de inmediato; pero también tengo que decir que en ese colectivo están las mejores personas y los mejores profesionales que he conocido en mi vida.
La sociedad entera debería mirarse a sí misma para tratar de comprender por qué es asesinada una niña de catorce años por su novio, solo porque no quiere seguir con él, y por qué año tras año se producen esos resultados desastrosos en el informe PISA. Si la sociedad no hace ese trabajo elemental, los docentes se chocarán una y otra vez contra un muro, y dará igual que se cambie la ley de educación.
Y puestos a ser críticos consigo mismo, que hagan este ejercicio los distintos canales de televisión, que analicen su programación, sus contenidos, sus mensajes, los “valores” que transmiten, los modelos, el lenguaje que utilizan, las toneladas de inmundicia que los niños empiezan a mamar desde su más tierna infancia. Si lo hiciesen, a los “analistas sociopolíticos” seguramente se les caería la cara de vergüenza. O quizá no. ¡Qué pena! Siempre he sostenido que es un error tener un televisor en la cocina.