Ocurrió ayer en una ciudad de nombre casi imprenunciable para un castellano parlante: Jkroshpruenburg. La hora exacta no está muy clara, pues algunos testimonios se contradicen. Lo que ya parece probado es que sucedió entre las 13:30 y las 14:15 horas. Es un dato importante, pues parece ser que en la ciudad en ese momento hacía bastante calor, y el calor quizá fue un factor que, si no desencadenó la tragedia, sí pudo acelerarla.
La víctima del suceso se llamaba Norbert J. Alliquottomik de Guimaräes y tenía treinta y dos años. Parece ser que el aparato en cuestión lo había comprado unos días antes en un famoso centro comercial. Se trataba de uno de esos llamados «libros electrónicos» con todos los adelantos puestos al día. Como todo el mundo habrá podido obervar, esos aparatos parecen sencillos por fuera, simples; pero es indudable que por dentro se vuelven muy complejos, llenos de chips, chops, chups, etc. La propia definición ya lo dice: «electrónico». Y esa es la pista que esta siguiendo en estos momentos la policía. La hipótesis más barajada es la de un simple cortocircuito, que provocaría una cadena expansiva-propulsora-megalómana, que al contactar con la red inalámbrica-telúrica-mediopensionista, provocó la catástrofe.
La explosión se escuchó en toda la ciudad y los edificios de alrededor temblaron desde el sótano hasta el tejado. Y si no se derrumbaron es porque Jkroshpruenburg se encuentra situada en una zona sísmica y sus edificios están construidos a prueba de bombas. Todos los habitantes de la ciudad, muy afectados por lo sucedido, repiten la misma frase: «Se veía venir».
La policía ha podido identificar la novela que en el momento de la explosión estaba leyendo Norbert J. Alliquottomik de Guimaräes. Se trataba de una obra de Federico Moccia. Hay quien sospecha que este último dato también pudo contribuir a desencadenar la catástrofe. Siempre se ha dicho que hay aparatos que carga el diablo.