Recientemente acudí a la ciudad alemana de Saarbücken, invitado a participar en la Feria del Libro Infantil y Juvenil que allí se desarrolla desde hace diez años. Se trata de una ciudad pequeña, en torno a los doscientos mil habitantes, justo en la frontera con Francia. De hecho, la ciudad ha pertenecido durante algunas épocas a Francia. No es una ciudad especialmente bonita, que destaque por sus monumentos, o por el encanto de sus barrios; pero es un lugar que resulta atractivo y donde uno intuye que se podría vivir muy bien, con las comodidades de la ciudad y con la naturaleza casi en la puerta de tu casa. Además, es una ciudad abierta e integradora.
Fue muy grata mi estancia en la ciudad, que me permitió conocer a unas cuantas personas y tener encuentros con alemanes que no hablaban español -yo no hablo alemán- valiéndonos de una intérprete. ¡Gracias, Ana Leiner! Pero sobre todo en este comentario quería referirme a un hecho y a una persona. Esta feria/fiesta del libro y de la lectura , como dije antes, comenzó hace diez años por iniciativa de una sola persona: Ivonne Rech. Tras jubilarse, después de muchos años de trabajo, decidió que entregaría el resto de su vida a promover la lectura entre los niños y los jóvenes. Con gran esfuerzo y generosidad consiguió llevar a cabo su ilusión. ¡Y ya van diez años! Ha superado dificultades de todo tipo, pero ha conseguido consolidad la Feria, imbricarla dentro de la ciudad, entusiasmar a los centros educativos, implicar a las instituciones… Este año la lista de participantes de distintos países era enorme y las actividades con niños, jóvenes e incluso adultos no cesaban a lo largo del día. Siempre que encontramos algo que merece la pena, algo digno de elogio y hasta admiración, inivitablemente encontramos también a una persona detrás, a una persona admirable, desinteresada, luchadora y con una ilusión a prueba de bombas. ¡Qué sería del mundo sin esas personas! En este caso, esa persona se llama Ivonne Rech.