Cuando era niño, en el colegio, más bien a comienzo de curso, los frailes nos daban una hucha de cerámica para que saliésemos a pedir a la calle. La huchas eran, por lo general, cabezas de negros de pelo rizado, con los ojos grandes y los labios pintados de rojo; o de chinos, que solían llevar un sobrero cónico, tipo paraguas. Todas esas cabezas, como en natural, tenian una ranura en el cráneo, como una trepanación abierta.
Algunos compañeros se lo tomaban muy en serio, pues querían figurar en lo más alto del escalafón de recaudadores, que se hacía público en el colegio, y enorgullecerse de que los frailes los pusieran como ejemplo. Otros, como yo, lo padecíamos como un verdadero castigo. A mí me daba vergüenza pedir dinero a la gente, aunque fuese para los negros o para los chinos (negritros o chinitos, se decía entonces).
Cuando fui cumpliendo años me convencí, además, de que aquellas prácticas servían para poco y, lo que era peor, no solucionaban ningún problema. La pobreza endémica del Tercer Mundo no podía remediarse con huchas de cabezones, sobre todo porque esas huchas no podían combatir las terribles injusticias que se producían.
Han pasado los años y nada ha cambiado. Nada. Nos quieren vender algunos espejismos, pero todo sigue igual. Tal vez peor. Eso sí, los frailes de todo tipo (católicos apostólicos y romanos, por un lado; o agnósticos, descreídos y ateos, por otro) siguen con las huchas en danza. Ya no son los cabezones de antaño, por supuesto. Ahora hay números de cuentas corrientes y transferencia bancarias. Hay muchos redentores en este mundo que, desgraciadamente, redimen muy poco. Pueden poner en pie una escuela, o un humilde hospital, o un sistema de regadío, o cavar un pozo en medio del desierto, o apadrinar a un niño, o dar de comer al hambriento… Y esas cosas son maravillosas y admirables. Pero todo, absolutamente todo, permanecerá igual. Media Humanidad seguirá muriendo a diario de hambre, dolor y pena; los frailes de todo tipo –con hábito y tonsura o con vaqueros y melena– lavarán sus conciencias y reconfortarán sus egos. Por supuesto, la otra mitad de la Humanidad dormirá con indiferencia. ¿¡Qué panda de desalmados maneja los resortes de este mundo!?