Siempre me han gustado los puentes. Cuando era niño me encantaba cruzar el puente de Toledo –por cierto, el más bonito de Madrid–, porque era el límite de mi barrio, Carabanchel, y siempre resulta apasionante traspasar los límites de algo. Además, este puente era la unión con el auténtico Madrid. Por allí pasaba entonces el tranvía y se contaba una historia terrible de un tranvía que perdió los frenos por la empinada cuesta de la calle Toledo y se precipitó al río desde el famoso puente de piedra.
Como salvapantallas en mi ordenador tengo una foto impresionante del puente de Millau, en Aveyron (Francia), que yo mismo hice. Solo por cruzar de un lado a otro por este puente merece la pena organizar un viaje. Su pilar más alto mide tanto como la torre Eiffel. Era el puente más alto del mundo hasta hace unos pocos meses, en que ha sido superado por otro en México. Quizá merezca la pena también organizara un viaje a México para verlo.
Algunos amigos, que conocen mis gustos por los puentes, me han enviado fotografías con los puentes “más largos del mundo”, con los “más famosos”, con los “más románticos”, etc. A veces he pensado que todos los viajes que haga en el futuro deberían estar encaminados exclusivamente a localizar estos puentes, y a atravesarlos, por supuesto.
Hace justo un año, tal día como hoy, me encontraba en Tokio. Allí acababa de descubrir que se había traducido al japonés mi libro “Barro de Medellín”. Incluso, tuve la fortuna de conocer en persona a su traductora, Kazumi Uno, una mujer a la que deberíamos hacer un reconocimiento público en España por la inmensa labor de difusión que hace en su país de nuestra literatura. El libro se publicó a finales del año pasado (la ilustración que acompaña a este texto pertenece a la edición japonesa y refleja fielmente el paisaje de Medellín) y pensar en este hecho me ha llevado, curiosamente, a los puentes. Un libro ambientado en un barrio de una ciudad de América, escrito por un autor europeo y que tal vez esté emocionando en este momento a un lector japonés. ¿No es eso también un puente? Siempre digo que para mí la literatura es eso, puentes, puentes y más puentes. ¡Qué inmensidad de puente! Medellín–Madrid–Tokio. Además, podríamos sacar un ramal a Argentina, donde también se ha publicado, y otros a Italia y Holanda (donde espero que se publique en el futuro). ¡Puentes! ¡Maravillosos puentes!