Este año la noche de los Reyes Magos me ha pillado fuera de España, en concreto en Oriente Medio, de donde se suponía que procedían ellos, con su séquito de pajes, camellos, etc. (hasta que el Papa ha empezado a contarnos otras milongas). Yo allí y ellos aquí, repartiendo juguetes. El año pasado por estas fechas hice un comentario en mi blog pidiéndoles que pasasen de largo por la casa de la mayoría de los niños, porque ya estaba bien de tanto regalo innecesario y de tanto consumismo atroz; pero no me hicieron caso.
Este año han vuelto a las andadas. Como regresé el día seis a mediodía, aun tuve tiempo de ver por la tele algún reportaje en el que aparecían niños abriendo cajas y cajas: juguetes de todo tipo, algunos tradicionales y muchos electrónico-informáticos. Se escucharon en el reportaje muchos comentarios, que se prestarían a un análisis exhaustivo; pero me quedo con el de unos padres, que compartiendo plano, afirmaron: “Nos gustan mucho los Reyes Magos porque así los niños se ilusionan por un día gracias a los juguetes.” La frase, la mires por donde la mires, es terrible. ¿Por un día? ¿Los niños solo pueden ilusionarse un día al año, y gracias a los juguetes? Si es así, muy mal vamos. ¿Hacen falta los Reyes Magos para ilusionar a los niños? ¿Acaso los padres son incapaces de ilusionar a sus hijos de otra forma que no sea atiborrándoles de juguetes? Hoy no tengo ánimos para responder a estas preguntas.