¿Estarás contento o satisfecho?, me preguntan ahora, después de que Madrid no fuera elegida ciudad olímpica para el 2020. Debo decir que, cuando por televisión se dio la noticia, el sábado, me encontraba en un cumpleaños familiar, con mucha gente y mucho barullo. Mi primer sentimiento no fue de alegría ni de satisfacción, porque nunca me he tomado este tema como si fuera la final de la Champion League, donde los que ganan, enloquecidos, saltan de alegría y los que pierden, desconsolados, lloran sobre el césped del estadio. Escribí el comentario anterior porque estaba harto de que, casi con unanimidad, nos vendiesen algo que no se puede vender: ilusión, y de que utilizasen los Juegos Olímpicos para enmascarar nuestra realidad política, económica y social.
¡Ilusión! De eso quería hablar ahora, que de todo lo relacionado con la decisión del COI ya corren ríos de tinta. En los días previos a la decisión de Buenos Aires, en uno de los muchos reportajes que TVE emitió sobre el evento, aparecían varios prebostes de la política, del mundo de la empresa, del deporte, argumentando por qué Madrid debería organizar esos juegos. Y uno de estos personajes (¿por qué no tomaría nota de su nombre para decirlo ahora?) soltó lo siguiente: “Necesitamos estos Juegos para ilusionar a los jóvenes, al menos a una generación, que bastante tienen encima.” Y yo me pregunto: ¿de verdad creen que se puede ilusionar a la juventud española, “que bastante tiene encima”, simplemente organizando unos Juegos Olímpicos? Los Juegos Olímpicos solo son una marca comercial, un fenómeno de marketing, y el COI una empresa que busca, sobre todo, hacer caja. ¿De verdad alguien sigue creyendo en los valores del olimpismo? ¡Venga ya! Los Juegos Olímpicos hay que tomarlos como lo que son: un gran negocio. Pero, por favor, dejemos la ilusión al margen de los Juegos, que la ilusión es algo muy serio que tiene que ver con sentimientos profundos de los seres humanos.
Intentar ilusionar a los jóvenes y al resto de la sociedad, sí, debería ser una meta primordial de la política (y cada uno de los lectores de este comentario podría enumerar cosas que sin duda nos ilusionarían a todos); pero vivimos tiempos sombríos, en los que cualquier brote de ilusión es segado de raíz y, a cambio, solo se nos ofrece la pretensión de organizar unos Juegos Olímpicos, de levantar Eurovegas y despropósitos similares. Por cierto, ¿a quién ilusionan de verdad estos proyectos? Daré una pista: los que han llorado amargas lágrima tras conocer la decisión del COI en Buenos Aires no han sido los miles de madrileños que se reunieron en torno a la Puerta de Alcalá, ni algunos deportistas emocionados… No, no; los que han llorado sobre las mesas de sus despachos han sido los directivos de las grandes empresas de la construcción y algunos políticos, acostumbrados a engordar sus cuentas corrientes con las comisiones.
Tengo la sensación de que el principal sentimiento de los madrileños tras conocer la noticia es de indiferencia. ¡Indiferencia! En algunas ocasiones la indiferencia es sencillamente maravillosa.
PS. Alguien volverá a decirme que escribo comentarios demasiado largos para Facebook.