La cantidad de terapias que nos están vendiendo. Da la sensación de que cualquier cosa sirve como terapia y yo -escéptico por naturaleza- no solo dudo, sino que me río. La sociedad de consumo y la tontería con la que mucha gente se empeña en vivir tienen estas cosas.
La única terapia -aparte de la que te pueda aconsejar un médico- que me causa respeto y admiración es la musicoterapia. De entrada, hay algo que me gusta: los musicoterapeutas parten de la premisa de que la música no va a curar al enfermo de sus males físicos, es decir, que no van por ahí vendiendo humo. Me refiero a los auténticos musicoterapeutas, claro está, a los que se han formado en universidades y han realizado todo tipo de estudios complementarios. Y digo esto porque, como en otros sectores, abunda el intrusismo. Hoy, cualquier desalmado es capaz de agarrar una guitarra y proclamarse musicoterapeuta a los cuatro vientos, sin título alguno y sin conocimientos de ningún tipo, pero con toda la arrogancia y desfachatez del mundo.
Los musicoterapeutas auténticos, es decir, los que empiezan estudiando profunda e individualmente al paciente, los que siguen una metodología sería y contrastada, los que evalúan a diario su trabajo, los que buscan objetivos a corta, media y larga distancia, los que no dejan de formarse…, llevan a cabo un trabajo extraordinario, aunque poco reconocido aún, en contra de lo que está pasando en otros lugares. En este país de modernos caciques, de prebendas, de nepotismo, de envidias y rencores, ¿quién va a preocuparse de la musicoterapia? Por ello, los musicoterapeutas -los auténticos- tienen que recurrir a todo su ingenio para poder sacar adelante sus proyectos, que también son sus ilusiones. Un equipo de musicoterapeutas ha organizado en Madrid dos conciertos para recaudar algunos fondos con los que empezar a poner en marcha un proyecto magnífico. Se trata de acercar la música a niños enfermos, muy enfermos, sin esperanza; intentar que el arrullo mágico de la música los envuelva y les haga flotar en una nube de sonidos. Estoy convencido de que -si el proyecto sale adelante- conseguirán que los ojos de esos niños brillen con una intensidad distinta. La música será entonces su confidente secreta y ella podrá abrir sus pequeños corazones.
Como se ve, el motivo de esta entrada no es dar publicidad a los conciertos. El primero ya ha tenido lugar, con lleno absoluto. El segundo tendrá lugar el próximo viernes, día 25 de marzo, a las 21,30. A estas alturas no creo que encontréis entradas, queridos mirones, pues ya están casi todas vendidas. No obstante, os informo que actuará desinteresadamente Paco Ojesto, con su grupo Flamenco Jazz Quartet, en la Sala Teatro La Guindalera (calle Martínez Izquierdo, 20 -Metro Diego de León). ¡Ah! Existe una Fila O (número de cuenta 2038 1796 75 6000229904), por si alguien más quiere colaborar.
En la foto que ilustra el comentario, la violonchelista y musicoterapeuta Carla Muñoz Navarro presenta el proyecto y da la bienvenida a los asistentes antes del primer conciento.