Hace unos meses me invitaron a dar una conferencia en el Instituto Cervantes de Damasco. El día se acerca y por eso viajaré en unas fechas en las que no me gusta nada viajar: agosto. Pero creo que el viaje va a merecer la pena. Me apetece mucho hablar de literatura infantil y juvenil en una ciudad milenaria y mágica, como Damasco. ¿Encontraré alguien allí interesado por lo que se escribe para niños y jóvenes en nuestro país? La experiencia me dice que sí, que habrá personas que me escucharán con atención e interés y que incluso me harán preguntan para saber más. Ocurre así, aunque te vayas a la Cochinchina, y eso, por supuesto, agrada y reconforta.
Y como tendré tiempo libre, será un placer añadido sentirme inmerso en una ciudad como Damasco, simplemente. Caminar por la ciudad vieja, descubrir sus edificios singulares, los infinitos rincones del entramado de sus callejas y pensar: «Sí, estoy aquí.» Eso será más que suficiente. Pero, además, habrá otras cosas que me enriquecerán. Los que me invitan a estos lugares piensan que yo puedo enseñarles algo. ¡Ilusos! La única verdad es que esos lugares -como ahora Damasco- me enseñan a mí y hacen que mi vida tenga un poco más de sentido y gracia.
Me gusta hablar de los lugares que visito después del viaje. Así lo he hecho otras veces en este blog. Antes del comentario del blog solía reseñarlo en el apartado «noticias» de mi página web. Pero mi página web está siendo «bombardea» no sé por quién ni para qué; pero el caso es que lleva tiempo maltrecha y sin funcionar correctamente. Como el blog sobrevive -por ahora- me he refugiado en él para comentar y también para anunciar. Pero a la vuelta podemos seguir hablando de Damasco.