Voy a escribir un comentario sobre música, a pesar de soy un profano en la materia. De entrada diré que no soy un papanatas de la música, es decir, que no soy de los que van aireando por ahí que la música es la cosa más sublime que existe. Siempre he estado de acuerdo con los constructores de la Alhambra, que en una frase que dejaron escrita en el monumento afirmaban: “después del silencio, el correr del agua es la música más bella que existe.”
El domingo fui a ver –a escuchar habría que decir– a Ludovico Einaudi, que actuaba en Madrid, en el Price, dentro de Los Veranos de la Villa. Siempre había escuchado su música –su piano– como música fondo, lo reconozco, y está claro que no le había prestado la atención necesaria. A veces, había recordado a John Lennon que, al referirse a cierto tipo de música, decía: “es ideal para dormir la siesta”. Si no para dormir la siesta, la música de Einaudi me parecía ideal para ilustrar esos vídeos empalagosos, llenos de paisajes idílicos, con mensajes cursis que pretenden ser transcendentales, que tanto abundan en internet.
Pero he de decir que la música de Einaudi me cautivó. Él es un tipo sobrio, poco convencional, que dio la espalda al público durante todo el concierto. Me pareció que su música estaba generada por el propio silencio, que iba moviendo poco a poco los dedos del maestro sobre el teclado, como si estuviera desentumeciéndolos y mostrándole un camino. Con una facilidad asombrosa, la música te va cautivando sin darte cuenta. No aprecias cómo, pero te envuelve y hasta te levanta del asiento. Primero, el piano –siempre presente– y luego el resto de los instrumentos de la pequeña orquesta: los violines, las violas, las guitarras, los violonchelos…, hasta que te ves sacudido por los truenos de la percusión. Entonces te das cuenta de que llevas ya mucho tiempo agitado en tu butaca, con mil sensaciones recorriéndote el alma.
Es una música de sensaciones más que de sentimientos. Unas, salen de ti mismo; otras, vienen a buscarte. Pero son tantas, que llega un momento en que todas esas sensaciones te están haciendo sentir en plenitud. Y así sentí yo el concierto de Ludovico Einaudi. Más de dos horas ininterrumpidas, sin descanso, sin tregua. Solo en algunos momentos la emoción era tan grande que, incontenible, estallaba dentro del teatro.
Sé que durante estos meses va a estar de gira por el mundo. Si tenéis ocasión, vedlo, o mejor dicho, escuchadlo. Quizá coincidáis con él en Alemania, o en Bélgica, o en Estados Unidos… Os lo recomiendo. Podéis empezar escuchando algo en vuestro ordenador. Os dejo un enlace. https://www.youtube.com/watch?v=PAuwd-4yYHEAh
Cerrad los ojos y sentid, si os place. No permitáis que nadie, salvo vosotros mismos, ponga imágenes a esta música. Y luego, claro, id a comprar sus discos y escuchadlos en un buen reproductor de música.