“–Un día vi ponerse el sol cuarenta y tres veces.
Y poco después agregaste:
–¿Sabes?… Cuando uno está verdaderamente triste son agradables las puestas de sol…”
¿Habéis reconocido estas palabras? ¿Sabéis quién las pronuncia? Es una suerte para él vivir en un planeta tan pequeño, donde solo hay que cambiar de postura para ver una nueva puesta de sol. En nuestro planeta es muy diferente. Hay que buscar un lugar ideal, sentarse y tener paciencia. El sol se va acercando a la línea del horizonte muy lentamente y si hay nubes alrededor el espectáculo puede ser grandioso. Pero para disfrutarlo hay que estar verdaderamente triste, porque solo cuando uno está verdaderamente triste comprende que nuestras vidas están llenas de puestas de sol, feas puestas de sol que sin que nos demos cuenta van apagando todo a nuestro alrededor y nos van sumiendo en la tristeza. Por eso reconforta un instante de tanta belleza, que además volverá a repetirse mañana y pasado mañana…; por eso es tan agradable para nuestra alma desconsolada. ¡Qué suerte la de el Principito, que podía contemplar cuarenta y tres puestas de sol al día! ¡Qué manera tan grata de subir el ánimo!