Me gusta entrar en un colegio y descubrirlo lleno de dibujos, de carteles, de textos, de collages, de objetos… Es como un estallido de color y de formas y, además, de conocimiento. ¡Las horas de trabajo, de creatividad y de estudio que hay detrás de esa “decoración”! A veces, tengo que reconocerlo, me he quedado con la boca abierta. En ocasiones, todo ese trabajo, que ha implicado a casi todo el centro escolar, se ha hecho en torno a mis libros. En estos casos siempre me sorprende y me admira. Pero lo bueno de todos estos montajes tan espectaculares es que son efímeros, es decir, duran a lo sumo un curso; el siguiente se retiran y se vuelve a empezar. Solo hay unos objetos que nunca se retiran y que, por lo general, suelen encontrarse colgados en las paredes del vestíbulo, bien visibles, como para constatar que el colegio se siente muy orgulloso de ellos. Me refiero a las camisetas sudadas.
Son camisetas sudadas –o al menos parecen estarlo– de antiguos alumnos del centro que han triunfado –es un decir– en el deporte, con una dedicatoria en la pechera, junto al escudo de su equipo. Predominan los futbolistas –aunque jueguen en categorías regionales–, los jugadores de baloncesto, balonmano, hockey sobre patines, tenis… Me parece bien. Alguien dirá –no yo– que son un buen ejemplo para la chavalería. Siempre me pregunto lo mismo: ¿sólo han pasado por este colegio niños que “triunfaron” en el deporte? Sería maravilloso que el colegio hiciese un seguimiento de sus antiguos alumnos, porque a lo mejor encontraba entre ellos a un médico prestigioso, cuya bata sudada también podría estar colgada en el vestíbulo con una dedicatoria; o a una abogada de prestigio, que donase su toga, también sudada; o a una pintora reconocida en medio mundo, de la que podríamos exhibir simplemente su paleta usada; o a un actor –sería maravilloso que un colegio tuviera una camiseta sudada de Marlon Brandon–; o a un matemático; o una astrofísico; o un músico… O quizá a un escritor. De este modo, ese “buen ejemplo para la chavalería” del que hablábamos más arriba tendría realmente sentido.