Una de las cosas que más celebro de que pase el día de Reyes Magos es que, al menos durante un año, no volveré a escuchar en boca de los adultos (incluidos los Magos de Oriente) una pregunta dirigida a los niños: “¿Habéis sido buenos?” ¡Qué hartazgo! A algunos niños se les ve algo turbados antes de responder, es como si pensasen: “Bueno no he sido, pero cualquiera lo admite en un momento como este.” Y todos responden invariablemente que sí, aunque algunos acompañen la afirmación con un claro gesto dubitativo.
El problema evidente que se deriva de esto es que los adultos están aplicando baremos que solo a ellos les pertenecen, pero nunca a los niños. La pregunta debería ser: “¿Habéis sido buenos, tal y como los adultos lo entendemos?” Echo en falta una pregunta que en mi infancia solían hacer los padres, y que era mucho más clarificadora: “Habéis sido obedientes?” ¡He ahí la cuestión! Eso es lo que realmente se pretende de los niños. Lo malo es que toda esa legión de Reyes Magos, pajes, embajadores, palafreneros, que se despliega el día 5 de enero no sea capaz de hacer otra pregunta a los niños más que esa: “¿Habéis sido buenos?” Por consiguiente, mi deseo para todos los niños es que el año que comienza sean malos, rematadamente malos. ¡A ver qué pasa el año que viene con los Reyes Magos!