
¡Fuenlabrada!
Hace años que Fuenlabrada se ha convertido en una referencia ineludible dentro del mundo de la LIJ en toda España. Basta con pronunciar su nombre para que todo el mundo sonría con cara de asentimiento. No hay nadie que no admire su programación cultural, su implicación y sus logros. Sería injusto centrarse solo en la LIJ y en los encuentros en los colegios e institutos, porque la apuesta de Fuenlabrada es mucho más amplia: Feria del Libro, clubes de lectura, cafés literarios, recitales, conciertos, teatro, exposiciones, bibliotecas… ¡Cultura!
No es mi intención abrumar con datos, que podréis encontrar con facilidad. Solo diré que este mes de mayo la Feria del Libro de Fuenlabrada alcanzó su 37 edición y, con ella, el ciclo de encuentros con autores. Calculo que este año yo he tenido encuentros literarios con alrededor de quinientos niños y jóvenes. No sé los años que llevo sin faltar a la cita, creo que entre veinticinco y treinta. ¿Hacemos cuentas? Bueno, pues solo yo habría tenido encuentros literarios con alrededor de doce mil niños. Y ahora empezad a multiplicar y multiplicar y multiplicar y multiplicar…
Fuenlabrada para la LIJ es una gozosa realidad. Pero pongamos las cosas en su sitio. Detrás de la programación cultural hay un ayuntamiento y un partido político que ha asumido un compromiso –quien piense que estoy haciendo proselitismo político es un idiota–, y en el ayuntamiento hay personas. Nada ha caído del cielo y Fuenlabrada no es un ente de otro mundo. Los que conocemos bien Fuenlabrada sabemos que hay personas que han dado mucho más de lo que les exigía su puesto de trabajo y su sueldo para poner en marcha todo el tinglado. Y lo primero que hay que hacer es felicitarlas, una y mil veces, porque lo han conseguido; personas que trabajan –a veces hasta el agotamiento– atrincheradas en las bibliotecas, en los teatros, en los despachos… Personas afortunadas, sí, porque su trabajo se va fundiendo lentamente con sus propios sueños. No puedo evitar referirme a una de esas personas, Miguel Rodríguez. Recordando una famosa película española, solo diré: Miguel, “todos somos contingentes, pero tú eres necesario.”
Hay muchos que se rasgan las vestiduras porque a los programas del ayuntamiento de Fuenlabrada no les han dado el Premio Nacional de Fomento de la Lectura. Me alegraría en el alma que se lo diesen, pero en el fondo pienso: “¡y qué más da!” El ayuntamiento está cumpliendo con su deber y con su compromiso, y eso es lo que cuenta. Lo que de verdad me gustaría es que su trabajo sirviera de ejemplo y de modelo para otros, que tan fácilmente se olvidan de la cultura o la convierten en agua, azucarillos y aguardiente.
Es fácil copiar algunas iniciativas para promocionar la lectura que han surgido en los últimos tiempos por ahí y que se van clonando de un sitio a otro con muy poca originalidad. Es sencillo, económico, rápido y brillante, incluso con reparto de medallas al final. No es el camino. Si queremos contribuir a crear una sociedad lectora, un mundo que no se vuelva ágrafo, ciudadanos libres, comprometidos y responsables… empecemos a mirar seriamente a Fuenlabrada. E imitémosla, que nos hará bien.