No soy muy aficionado a esas frases grandilocuentes, que por lo general no admiten ningún matiz, que a veces encontramos como citas en los libros y que, en estos tiempos modernos, llenan los correos masivos de Internet, acompañadas por lo general de bellas imágenes. No sé con qué rigor se hacen estos montajes, pues es sabido que algunas personalidades, a las que se les había atribuido determinadas frases o comentarios, han renegado de ellas. Yo tengo algunas nada grandilocuentes -extraidas siempre de algún libro- escritas en papeles, que pincho sobre un panel de corcho, junto a mi mesa.
La cuestión es que a veces se me ocurren frases, que suelen obedecer a alguna reflexión, y tengo la impresión de que alguien ha pensado lo mismo antes que yo, y no solo eso, sino que incluso lo ha dicho públicamente. «Nada nuevo bajo el sol», que ya descubrieron los antiguos. Me ha ocurrido recientemente con una frase, no muy alentadora, por cierto:
La vida no tiene sentido, pero lo importante es darse cuenta de ello al final.
A lo mejor el secreto de la dichosa felicidad es ese: darse cuenta al final. Lo malo, evidentemente, es darse cuenta al principio.