No tiene sentido afirmar que he ganado el Premio Anaya con una novela titulada NINFA TONTA cuando hace días que la noticia se ha difundido.
En la nota de prensa, elaborada por la editorial, se hace una valoración de los méritos de la novela, y también la valoración que hizo el jurado del premio. Se habla de “maltrato”, de “relación tóxica”, de “maltrato psicológico y físico”, etc. Todo muy pertinente, sin duda. La frase que más me gusta, y la que más tiene que ver con la novela es “incapacidad para apartarse de aquello que nos hace daño”. Ese es el quid de la cuestión. Hay una larga tradición en nuestra literatura, que podría remontarnos sin problema hasta el Medievo –aegritudo amoris–, o La Celestina y los “locos enamorados”. Recordemos esa frase maravillosa de Melibea: “Que me comen este corazón serpientes dentro de mi pecho.”
NINFA TONTA es una novela realista, pues sí. Siempre he afirmado que la realidad, el mundo, la vida son la materia de la que me nutro. Pero me gustaría añadir un pequeño comentario sobre la forma, de la que casi siempre nos olvidamos, primando el fondo. Una parte importante del libro está escrita en forma de teatro, con personajes tan irreales como una ninfa y un fauno. Y además, se van intercalando poemas en el relato (poetas, en este punto sed benévolos conmigo). Para ser exactos, algunos capítulos simplemente son un poema. Narración, teatro y poesía –en este orden– conforman el libro, lo que, en mi opinión, aporta un añadido a la novela realista.
Habrá que esperar dos o tres meses para poder leer el libro. Ahora, solo me queda felicitar a los miembros del jurado por lo acertado de su elección (para los cortos de entendederas, no es arrogancia, sino humor), y sobre todo, agradecer todas las felicitaciones que me están llegando. Muchas gracias, entrañables amigos conocidos, amigos desconocidos, mirones, transeúntes, interinos, paseantes ocasionales, curiosos, indiferentes, cumplidores estrictos, enemigos solapados, enemigos de los otros… y demás familia. De corazón, ¡muchas gracias!