Hay amistadas extrañas. Desde hace muchos años, cuando soy preguntado o surge simplemente la ocasión, afirmo que Jordi Sierra i Fabra es un amigo, un buen amigo, un entrañable amigo. Y jamás he pronunciado estas palabras como un simple cumplido.
Curiosamente, él vive en Barcelona y yo en Madrid, es decir, nos separan más de quinientos kilómetros de distancia; jamás nos telefoneamos para contarnos cosas de nuestras vidas respectivas y solo intercambiamos algún correo, por lo general de tipo profesional, de pascuas a ramos. Nos vemos, en el mejor de los casos, de año en año, y casi siempre deprisa y corriendo, en medio de algún acto literario o de una feria del libro. Muy pocas veces ha estado en mi casa, aunque sé que le gusta mucho mi tortilla de patatas. Entonces, ¿por qué le considero un buen amigo?
Creo que una de las cosas que más puede acercar a dos personas es compartir sueños, proyectos vitales, deseos, ilusiones… Y está claro que eso es lo que nos acerca y lo que, en definitiva, nos hace amigos. Alguien podría decirme ahora que, por esa regla de tres, todos los escritores deberían ser también mis amigos, cuando no es así. Los que me conocen, saben que me gusta leer a los escritores, pero no tratarlos, porque por lo general son personas egocéntricas e insoportables, o lo que es todavía peor, falsos modestos.
El Jordi es diferente a todos y creo, además, que es lo opuesto a mí mismo. Él es un volcán en constante actividad y yo soy una laguna aparentemente reposada. Él es un tipo con fe -y no hablo desde el punto de vista religioso-, fe en sí mismo y en su trabajo, y yo soy un descreído. Y en esa oposición, por sorprendente que parezca, es donde hemos podido encontrar esos puntos de afinidad, de acercamiento y de cariño. Será aquella teoría de los opuestos… ¿lo recordáis?
Jordi Sierra i Fabra es un fenómeno digno de estudio. Su creatividad es deslumbrante y su voluntad férrea y capacidad de trabajo son admirables. No tiene un ejército de “negros” que le escriban los libros –como a veces he oído comentar gratuitamente a algún/a idiota–, porque Jordi es una explosión constante, pero una explosión controlada y hasta organizada previamente. Y eso solo él mismo es capaz de hacerlo. Pero, además, es un tipo solidario y generoso, que no guarda rencor ni a sus máximos detractores.
Pero creo que me estoy excediendo en la extensión. Una norma de los blog es que las entradas sean más bien cortas; pero, bueno, mi “Falso Diario” no es un blog al uso, ni quiere serlo. El motivo de esta entrada era avisaros, queridos mirones, que acaba de aparecer una revista digital impulsada (imaginada, soñada, estructurada, parida, etc.) por Jordi. Se llama «LA PÁGINA ESCRITA«. Merece la pena que echéis un vistazo al Nº. 1, que acaba de salir. Vais a descubrir otra de las cosas que hacen a Jordi un tipo admirable: su preocupación constante por chavales que sueñan con llegar a ser escritores. La revista será trimestral, lo que quiere decir que el Nº. 2 saldrá el próximo mes de enero. Y os aseguro que también promete. Queridos mirones, agregadla a vuestros Favoritos.
Para los curiosos, añadiré que la foto que he elegido para ilustrar el artículo es de 2007, cuando los dos coincidimos en la misma mesa -había también otros escritores- en aquella feria del libro tan efímera llamada «Leer León».