Imagino que todos habréis leído LA VIDA DEL BUSÓN, de Quevedo. Y si no lo habéis hecho os animo a hacerlo cuanto antes, pues esta novela es una de las mejores que se han escrito. Yo me acuerdo de ella precisamente hoy, cuando todos los escolares de nuestro país están a punto de regresar al colegio. Recuerdo sobre todo un pasaje del Libro Primero, aquel en el que el Buscón, al servicio de don Diego, entra en la casa del dómine Cabra, o lo que es lo mismo, “en poder de la hambre viva”. Este clérigo (recrearos en la descripción que hace de él Quevedo) tenía un hueso atado a una cuerda, que echaba todos los días al caldero de la sopa para que le diera sustancia. Después, lo rescataba con la cuerda y listo para el día siguiente.
Pues sí, pienso en el hueso del dómine Cabra cuando veo a los niños enloquecidos con sus padres comprando de todo para “la vuelta al cole”: chándals, zapatillas deportivas, mochilas, carritos, cajas de rotuladores, un móvil nuevo (por si pasase algo), ropa nueva con camiseta del club de fútbol favorito, tablets, un juego para la videoconsola (ya puestos a comprar), etc. Podéis echar un vistazo a los catálogos de los centros comerciales. Hay de todo, menos libros. ¡No, no, libros no! Los libros se reciclan en los colegios, se reutilizan, se regurgitan. Los libros (ya sean de texto o de lectura) se atan con la cuerda del dómine Cabra y se echan al caldero de la sopa. Todo lo demás, por supuesto, es imprescindible. Los libros, no. Los padres están dispuesto a gastarse lo que sea en “la vuelta al cole”, a condición de que los libros no estén presentes, ya sean de texto, obras literarias o de conocimiento. ¿Para qué necesita un niño hacerse poco a poco su propia biblioteca? ¿Para que necesita aprender a leer –no a juntar palabras–? Por supuesto, siempre se puede aprender en las páginas mugrientas de un libro con manchas de chorizo y olor a pis. Solo habrá que tirar de la cuerda del dómine Cabra y sacar el libro del caldero. Pero el futuro es prometedor: lo digital va sustituyendo al papel. Los padres, avalados por el sistema educativo (sic), solo tendrán que robar los contenidos de los libros en la red. Todo más aséptico. Y se acabó el problema.
Posdata innecesaria:
Dos frases oídas por ahí:
Una persona a un grupo que le escucha: “no me gusta nada la gente que lee.”
Una madre a la profesora de su hijo: “¿por qué mandáis leer libros a los niños con la de cosas que tienen que hacer?”