En la contraportada del libro la editora ha escrito que el autor “nos tiende una trampa”. Estoy de acuerdo: la literatura, en cierto modo, es eso. Por supuesto, una cosa es que el autor tienda trampas y otra, muy diferente y detestable, que el autor sea un tramposo.
Hay varias trampas en este libro, varios engaños. El lector empieza a leer la novela y enseguida saca la conclusión de que el tema de la misma es la bulimia. Craso error, o dicho de otro modo, primera trampa. Poco a poco la historia nos va llevando hacia la segunda parte, pero no en línea recta: hay vericuetos, subidas empinadas y caídas en picado. Y de pronto, descubrimos que el libro no es lo que “prometía” ser. Hay dos citas literarias al comienzo de la novela, una de ellas de Julio Cortázar, que dice: “los que nos iluminan son los ciegos”. ¿Paradójico? Los ciegos nos dan la luz; los sordos, el sonido; los mudos, la palabra; los enfermos, la salud… ¿Qué le puede aportar un chico de dieciocho años, autista profundo, sin lenguaje verbal, encerrado permanentemente en su atalaya inexpugnable, a una chica de su misma edad, que empieza a abrirse camino por sí misma en la vida, llena de claroscuros?
Las palabras entonces no sirven –y no por lo que decía el gran Alberti en su conocido poema–. Olvidemos las palabras, solo mírame fijamente, como yo te estoy mirando a ti y… dímelo con los ojos.
Creo que el libro ya ha salido de imprenta. ¡Qué momento tan mágico! Espero con ganas un aviso de Correos para ir a recoger el paquete con los primeros ejemplares. En breve tiempo, por tanto, estará disponible en librerías.