Podía haber elegido otra fotografía más impactante, con el monte en llamas, con los árboles ardiendo, con los rescoldos humeantes… Pero he preferido esta. En el centro puede verse una encina grande, es decir, los restos calcinados de una encina grande. Su copa era enorme y casi llegaba hasta el suelo. Bajo ella un grupo de niños, a los que no conozco, se había hecho una cabaña. Solo habían tenido que juntar unas cuantas ramas secas y unos palos. Al lado, se habían hecho un columpio. Un juego sencillo, eterno, para el que no se requiere ningún artilugio mecánico ni una conexión eléctrica. Basta con la imaginación. Me pregunto ahora en qué fantástico palacio se habría convertido aquella cabaña, en qué cueva misteriosa llena de tesoros, en qué fortaleza, en qué navío… Los que provocaron el incendio han quemado muchas más cosas de las que imaginan. La cabaña de los niños solo es un pequeño ejemplo.