La sibila Cumea le pidió a Apolo un deseo, que formuló de esta manera: «Coge un puñado de arena de la playa; quiero vivir tantos años como granitos de arena hayas atrapado en tus manos.»
Apolo le concedió el deseo, pero la sibila cometió un error muy importante. Pidió vivir muchos años -cientos, miles…-, pero no pidió que su cuerpo se mantuviera siempre joven.
Pasó el tiempo y, de tan arrugada y encogida que quedó, su aspecto era similar al de una cigarra. Vivir era sencillamente insoportable y se pasaba la vida repitiendo las mismas palabras: Quiero morir, quiero morir, quiero morir… ¡Tal era su desesperación!