¿Rectificar es de sabios? Durante muchos años me negué a dar conferencias. Creo que varios motivos me llevaron a tomar esa decisión, que mantuve de una manera drástica. La causa fundamental que me impulsaba era la convicción de que todo lo que tenía que decir lo decía en mis libros. Y punto. Lo demás me sobraba, y sobre todo las conferencias. Sentía verdadera aversión por ellas y reconozco que, en gran parte, también había motivos extraliterarios, de los que no hablaré aquí porque no vienen al caso. Esta actitud me hizo rechazar viajes realmente interesantes: a Nueva York, a Costa Rica, a México, a Londres, a Toulouse, etc. Prefería no comentárselo a mis amigos, pues estaba seguro de que me llamarían de todo por despreciar esas invitaciones.
Hace unos años -creo que seis o siete- decidí rectificar y cambiar de postura. Los motivos tampoco vienen al caso. Pero tomé la actitud contraria, es decir, aceptar todas las propuestas que me llegasen. Desde entonces he dado unas cuantas conferencias, aunque me sigue horrorizando la palabra. Lo he hecho en España y en algunos países de Europa y América. Por ese motivo en lo que llevamos de curso escolar he viajado tres veces a América y una a Francia. Y por ese motivo también, antes de acabar el año tendré que viajar a Alemania, a Siria y a Canadá. Conferencias. Y por supuesto las que daré en España. ¿Rectificar es de sabios?
Alguien podrá pensar que soy un conferenciante magnífico. Nada más lejos de la realidad. Me tengo por una birria de conferenciante. Eso sí, procuro no repetir conferencia. Queridos mirones, sobre todo los de Madrid, si queréis comprobarlo, podéis acudir el próximo día 6, martes, a las 19,00 horas a la Biblioteca Nacional. Sí, daré allí una conferencia. Y el sitio impone lo suyo.