Como algunos sabrán, desde hace unos pocos años se entrega un premio de Literatura Infantil y Juvenil llamado «Cervantes Chico». Nació en Alcalá de Henares, por iniciativa de los libreros de esta ciudad, al que se ha sumado el ayuntamiento de la misma. Es evidente que la sombra del Cervantes, el otro, -¿lo llamamos el «grande»?- lo ampara y cobija. Me parece fantástica cualquier iniciativa que potencie la LIJ, y esta lo es sin duda. Además, en su afán de prestigiarlo y darle mayor difusión en los medios, han conseguido que a partir de este año lo entregue personalmente la princesa Letizia.
Pero a mí siempre me ha parecido que tiene su gracia eso de «Cervantes Chico», y hasta su chufla, si se quiere. Tendríamos que recordar que la LIJ arrastra un complejo de inferioridad (absurdo e irreal) con respecto a la Literatura, sin adjetivos, y lo de «chico» parece que viene a escarbar un poco más en ello. Se podía haber buscado otro nombre, sí; pero también era muy buena idea ligarlo a Cervantes, al Cervantes, y reivindicar de alguna manera ese nombre y ese premio. «Chico» es una palabra polisémica, puede significar algo pequeño y, al mismo tiempo, niño. «Cervantes Chico» es una anfibología y puede tener un doble sentido. Imagino que la intención de los creadores y propulsores del premio habrá sido ligarlo a niño, aunque en este caso y para ser políticamente correctos en estos tiempos tan cursis, tendrían que haber dicho «Cervantes Chico/a»; pero es posible que la mayoría lo identifique con pequeño -y si lo comparamos con el otro, no les faltará razón-. En el fondo, el nombre es lo de menos y la intención, lo de más. Eso sí, espero que pronto un escritor de LIJ gane el Cervantes, sí, el otro.