Me han asegurado que el café es bueno y los bollos deliciosos. Además, y aunque algunos puedan pensar lo contrario, Colmenar Viejo no está en la Cochinchina, ni mucho menos. Es cierto que no se puede llegar por tierra, mar y aire; pero desde Madrid hay una autovía y una línea de Cercanías. Dicen de este lugar que es la puerta de la sierra, por eso se respira un aire tirando a limpio y a fresco.
Yo pasé un verano allí en mi remota infancia y aun recuerdo una casa de piedra grandota, el perfil de las montañas y una noche de tormenta. El anfitrión será Andrés Guerrero, pintor, ilustrador, escritor: un lujo. No sé si en el pósito quedarán restos de grano, si es así, haremos un pan de hogaza para la cena; pero me temo que de pósito solo debe de quedar el nombre. En principio no habrá niños ni zagales, no porque tengan prohibida la entrada, sino porque trataremos de hablar de un libro de los que solo lee la gente llamada adulta.
¿Por qué no estoy dispuesto a cambiar este «oficio miserable» por cualquier otro? No lo sé. ¿O sí lo sé? Es cierto que nunca me he comprendido a mí mismo. Será porque ni siquiera me conozco. Siento desaprovechar tu sabio consejo, Sócrates. Tú también estás invitado, querido filósofo. No importa que no tengas tiempo para cambiarte de ropa y llegues hecho un zombi. Nos haremos cargo.