Lo que veis en la foto, mirones, y aunque os parezca mentira, es una biblioteca. Es la Biblioteca Valenciana, un lugar sobre todo dedicado a la investigación, que guarda infinidad de libros y documentos relacionados con la Comunidad Valenciana. En lenguaje coloquial, lo primero que se me ocurre decir es que es «una pasada». Desde luego, merece una visita.
Es muy interesante seguir los pasos que se han producido en este lugar hasta llegar a lo que es hoy en día. Los árabes levantaron una alquería, de la que quedan restos. La verdad es que hoy cuesta un poco imaginarse los patios llenos de puercos gruñendo y hozando por el barro. Después, la alquería dio paso a un convento y a una iglesia, así que los frailes (cistercienses, primero; jerónimos, después) sustituyeron a los cerdos, o quizá cohabitaron con ellos. La iglesia se desacralizó en el siglo XIX y se convirtió en cárcel. Después de la guerra civil de 1936 la cárcel se utilizó sobre todo para encerrar a represaliados políticos. La historia termina con una restauranción profunda, que descubre el precioso claustro del siglo XVIII y pinturas originales, y que en 1985 convierte al conjunto de edificios en biblioteca.
Más que una historia he hecho un esquema, una sinópsis (algo muy propio de escritores). Es una sinopsis para uno de esos cuentos en los que pasan muchas cosas, algunas terribles, pero que acaba bien. Una biblioteca siempre es un final feliz.
Ayer estuve allí con cuatrocientos cincuenta chicos/as de Secundaria. Todos juntos en la iglesia inmensa, que se ha convertido en salón de actos. Fue entrañable y cálido, además de tumultuoso. Todo el conjunto de edificios lucía de manera especial, altanero y orgulloso. Las piedras, las baldosas, las tejas, la argamasa… han encontrado al fin su verdadero sentido. Gracias, Víctor y Soledad, por regalarme un día tan especial. Además, el día tuvo su guinda por la tarde, a cuarenta kilómetros, en Carlet; pero eso merecería otra entrada en este blog.