Durante todo el tiempo que han estado vigentes los derechos de autor de “El Principito”, los herederos, o los editores, mantuvieron un cuidado exquisito en mantener la obra como Antoine de Saint-Exupéry la concibió. No se podía alterar nada, ni texto, ni ilustraciones, ni siquiera variar un color de la portada. Ellos eran conscientes de algo muy elemental: se trataba de un libro especial, mágico y, además, tremendamente vivo. Una joya que había que preservar en toda su esencia.
Pero en el año 2015, una vez terminada la propiedad de los derechos de autor, la obra pasó a ser de dominio público. Está claro que hay mucha gente que no entiende lo que significa dominio público. Con rapidez se ha afilado la cuchillería de carnicero para entrar en ella a saco, sin ningún respeto. ¿Los que han hecho esta “adaptación” tienen algún argumento que lo justifique? Me imagino que recurrirán a motivaciones sociológicas, a lo políticamente correcto desde un punto de vista progresista, al sexismo… y claro, serán capaces de sacar las conclusiones más disparatadas que podamos imaginarnos. No lo dudéis, la única motivación es económica, es decir, sacarse un buen pellizco a costa del libro y de la polémica.
No estoy en contra de que una obra de arte sea intocable, al contrario. Me gusta lo que hizo Picasso con Las Meninas de Velázquez, y lo que hizo Antonio Saura con algunas obras de Picasso. ¿Cuántas obras literarias se han generado, por ejemplo, a partir del Quijote? He ahí la cuestión. Una obra de arte genera otra obra de arte. Pero ¿es “La Principesa” una obra de arte? Detestamos esta obra incluso sin haberla leído porque entendemos que solo se trata de un intento de usurpación. Felizmente vivimos en una época de reivindicación; pero, por favor, reivindicadores de todo signo, no metáis vuestras manos en los cuentos, en los libros, en la literatura. Usad las manos para sujetar la pancarta. “El Principito” no es ninguna pancarta y la literatura lleva reivindicando los valores esenciales del ser humano desde el principio de los tiempos.